La realización de la ceremonia estuvo a cargo de “Ozono Producciones”, una firma argentina especializada en espectáculos de talla internacional. Fundada en el 2002, sus miembros son pioneros del show business en Argentina. Durante su carrera han producido conciertos de artistas internacionales como The Rolling Stones, U2, Madonna, Paul McCartney y Roger Waters, entre otros.

La dirección artística fue de “Fuerza Bruta”, la compañía teatral argentina que ha fascinado al público mundial con sus innovadoras puestas en escena que desafían los sentidos.

La producción de la ceremonia implica un esfuerzo de logística nunca antes visto en Argentina que demandó la contratación de cerca de 2.000 personas. Tan sólo el equipo de “Fuerza Bruta” estará integrado por más de 350 personas, entre actores, técnicos y músicos. 

El Obelisco, siempre iluminado, abrió la fiesta con la bandera argentina descendiendo desde el extremo superior, en las manos de un actor de “Fuerza Bruta”. Después, los atletas ingresaron a través de un arco con efectos especiales y fueron recibidos por distintos actores de “Fuerza Bruta”, que permanentemente interactuaron con ellos. Hubo sonrisas, abrazos y también algunas lágrimas.

El Obelisco nunca dejó de ser el centro de atención. Hacia el emblema porteño apuntaron todas las miradas. Siempre. En el monumento de 68 metros se proyectaron los pictogramas de todos los deportes incluidos en el programa de Buenos Aires 2018. Algunos fueron representados por actores sobre las paredes, con efectos especiales de agua, chispas y humo.

Con elementos novedosos, este segmento buscó conectar al espectador con el lado lúdico y primitivo del deporte, ante un público entregado a lo que se le estaba ofreciendo. Este lapso de la fiesta fue sencillamente genial.

El ritmo fue trepidante. Cada país con su abanderado, mientras los atletas no dejaban de hacer fotos y videos con sus cámaras y celulares. Las historias de Instagram, de a decenas, estuvieron a la vanguardia. A continuación, en el sector de los atletas se abrió paso a la bandera olímpica, de la mano de Carlos Espínola, Magdalena Aicega, Leonardo Gutiérrez, Javier Weber, Serena Amato y Karina Masotta. Todos ellos rodeados de pichones de cracks de diferentes deportes, a  los que se sumaron otros argentinos que participaron en anteriores ediciones de los Juegos Olímpicos de la Juventud, como Braian Toledo, medalla dorada en 2010. El traspaso de la bandera escenificó uno de los momentos más emocionantes, que le dio pie al juramento olímpico.

La euforia de un momento inolvidable le dio pase a otro disfrute: el tango, parte de la identidad de la Ciudad Buenos Aires. Al ritmo de varios clásicos de esta música que lógicamente incluyeron a Carlos Gardel, entre otros, el Obelisco se transformó en un gran bandoneón, y en la punta apareció un músico en solitario. El inicio de esta escena mostró la melancolía como origen del tango, representada en la soledad de aquel instrumento en medio de la noche y la avenida. Enmarcados entre el blanco y el negro, los colores clásicos de este género, distintas parejas de bailarines se pasearon entre la multitud. También, en los balcones de los edificios que están sobre la Avenida 9 de Julio aparecieron más personas bailando. La idea, claro, fue mostrar que el tango está también en lo cotidiano, en las casas.

Las luces, el color y los sonidos fueron protagonistas durante las casi dos horas que duró el evento. Para la realización de esta ceremonia fueron utilizadas 50 pantallas de led HD, 35 generadores eléctricos de uso industrial, más de 300 gabinetes de sonido, más de 3 kilómetros de fibra óptica, 10 consolas de audio, más de dos mil luminarias de diferentes tipos y potencia y aproximadamente 1800 kilowatts de energía.

Ya sobre el final, los relevistas de la antorcha aparecieron corriendo en una cinta mecánica. Pudo verse a Gabriela Sabatini, Sebastián Crismanich, Paula Pareto y Walter Pérez. La llama iba de un lado a otro. Hasta que llegó el momento cumbre: el encendido del pebetero de estética minimalista, rodeado por los 4 mil atletas, en el que participaron la propia Peque Pareto y Santiago Lange, los dos medallistas dorados en Río 2016.

Para el cierre, los infaltable fuegos artificiales. Un imaginativo y creativo show ya es parte del recuerdo. Y todo se pudo ver, desde una posición de privilegio, desde nuestro Panamericano Hotel. Ahora sí: Buenos Aires vibra al ritmo de los anillos olímpicos. 


Fuente: https://www.lanacion.com.ar